9/10 Universitat d’Estiu de les Dones. Cornellà de llobregat.
Recull de Ponències
Edicions LU, Barcelona 2018
ISBN-978-84-17452-14-8
resumen de la conferencia pronunciada en el ciclo «las mujeres del 27» dentro de «Els juliols» de la universitat de barcelona. universitat d’estiu de les dones. cornellà
2016, 12/07
ANTES Y DESPUÉS DEL NAUFRAGIO
Las mujeres del 27: María Zambrano
“De esta fiesta mundial de la muerte, de este terrible ardor febril que incendia el cielo lluvioso del crepúsculo, ¿se elevará algún día el amor?” Thomas Mann.
“Valiente es el que puede permitirse el lujo de la animalidad que es el amor al prójimo”. Antonio Machado.
“Pues que el amor y su ritual viaje a los ínferos es quien alumbra el nacimiento de la conciencia. Antígona lo muestra.” María Zambrano
Hablar de amor es también hablar de tragedia, que “el dado al amor ha de pasar por todo”. Por todo pasaron las mujeres del 27 a quienes recordamos en estas jornadas: Maruja Mallo, Concha Méndez, María Teresa León, Rosa Chacel, María Zambrano… mujeres que, a excepción de Zambrano, no se han oído suficientemente en estos últimos años, hasta ahora que empiezan poco a poco a reeditarse sus libros y aparecer ensayos y proyectos multimedia sobre su vida y su obra.
Si la Generación del 27 es la generación de la amistad, como decía Juan Chabás, ellas también eran amigas en Madrid. Coincidieron en la Universidad y en las tertulias, en la Residencia de Estudiantes y en la de Señoritas, en el Lyceum Club femenino, en los viajes de las Misiones Pedagógicas y en la Revista de Occidente.
La influencia de Ortega y Gasset se dejaba sentir en el Madrid del 27: allí realizó Maruja Mallo su primera exposición y María Zambrano publicó algunos de sus artículos. Pero con la llegada de la Guerra Civil empezaron a fallar los maestros, Ortega el primero, manteniendo una posición equivoca frente al levantamiento y el golpe de estado que origina la guerra.
La Guerra Civil fue un verdadero naufragio. Entre los perdedores que sobrevivieron, unos pierden casa, familia, amigos, trabajo, siendo perseguidos y forzados al exilio, otros que quedan son marginados, como el caso de María Moliner. María Zambrano, años después de la debacle, en Roma, cuando ya había dado por perdida la posibilidad de retorno, hizo suya la sentencia que alaba la sabiduría de la persona que sabe convertir los cuervos en blancas palomas, que sabe sobreponerse a la adversidad y sacar de la oscuridad la luz.
Pero por mucho cariz positivo que María intentara darle a su vida, en el año 1977, para el prólogo a la nueva edición de Los intelectuales en el drama de España, libro que recoge artículos escritos durante la guerra, advertía de lo inútil de tanto sacrificio, si no se desmitificaba, si no se desenmascaraba la historia apócrifa y no se deban a oír todas las historias, todos los naufragios.
Ortega decía que del naufragio nos salva la cultura y que el pensar es como el nadar, un deporte. Para Zambrano primero habría que saber en qué aguas nadamos y, si hay peligro de muerte, cómo afrontarla: “En el naufragio nos va la vida”. Deportivizar la vida sería lo mismo que banalizar la muerte, hasta llegar a considerar que hay muertes que son menos muertes que otras. Y silencios que duelen menos.
La Guerra Civil española convertida en mito ha ahogado sobre todo las historias de las mujeres que intervinieron. Sucedió tal como decía Ortega adelantándose a los acontecimientos: “mujeres y ancianos, dejad paso a los muchachos”…vencedores.
Ortega y Zambrano: dos formas de entender la crisis y dos formas de responder a ella. Para Ortega la crisis se ejemplifica en La rebelión de las masas, para María en la relación ídolo- víctima relatada en Persona y Democracia. Ortega dejó atrás la Razón Vital sustituyéndola por la Razón Histórica y Zambrano retomó y desarrolló en profundidad la Razón Vital devolviéndola a los orígenes del pensar filosófico como Razón Poética.
Entre los restos del naufragio María Zambrano encontró la razón vital a la deriva y creyó que podría repensarse y ser la tabla de salvación de toda una generación de poetas. Como Antonio Machado, Zambrano también deja la masa ortegiana para panaderos y albañiles, pero se queda con la rebelión, una rebelión que lo que quiere es salvar la democracia en tiempos de elogio a caudillos.
Se hace camino al andar. El naufragio es experiencia personal de la que tiene que salir cada persona a su manera. ¿Vale la pena intentar entender esta sutil diferencia entre me salvan o me salvo? Hoy mismo sí. El miedo crea ídolos y víctimas, como ya dijo María Zambrano.
Como el tema es complejo voy a verlo desde un punto, uno que ni Ortega ni Zambrano trataron de forma directa: el mal llamado “arte abstracto” que Ortega identifica con el arte deshumanizado y MZ con el destructor de formas. Me centro en este artículo primero por interés personal. Segundo porque el artículo “La destrucción de las formas”, que forma parte de La Agonía de Europa, contesta directamente a uno de los libros más influyentes de Ortega, La deshumanización del arte, tanto en el punto de la salvación de Europa como en la idea del arte nuevo. Tercero, porque aunque MZ no escribiera nunca sobre Maruja Mallo, ésta fue su introductora al mundo del arte, ella misma lo reconoció, y creo que se puede ver en sus escritos, especialmente en éste de 1944, donde se puede apreciar esa mirada sabia de Mallo hacia la materia preñada de forma en sus entrañas.
El rostro deseado que llevo en las entrañas dibujado.
Vamos a comenzar por un pequeño ejercicio: dibujar un rostro. De memoria, el de nuestra vecina o vecino, o el que llevamos en las entrañas dibujado. Papel y rotulador. (Ejercicio que realizamos todas las presentes en la conferencia).
Analizamos los resultados: nos fijamos en qué elementos del rostro se dibujan y cuáles no. ¿Por qué se dibujan los ojos y casi nunca los oídos? ¿Qué consideramos superfluo y qué esencial? La vista sería el sentido primordial si atendemos a los dibujos. Todas tenemos orejas, pero no las dibujamos, hemos realizado una abstracción del rostro humano y nos hemos quedado con lo que consideramos esencial.
Worringer en Abstracción e Ilustración (1908), nos dice que todo arte comienza en la abstracción y no en la imitación. Nace de la capacidad de nuestra mirada de extraer conocimiento esencial de lo que nos rodea. Esa mirada selectiva y ese poder de abstracción son básicos en la supervivencia, por ello mismo el poder de abstracción se ha dado desde que existen los humanos y no está sujeto a progreso.
Worringer nos habla de dos polos de la voluntad artística: el de la abstracción y el de la empatía. Son dos formas de establecer contacto con el mundo a través del arte, en la primera hay una necesidad de ordenar el caos perceptivo utilizando las lineas maestras y la geometría. En la segunda predomina la participación con la naturaleza de forma sensible, la empatía. Toda manifestación artística participa de estos dos polos en mayor o menor medida. Hay obras en las que predomina la distancia de la clarificación y en otras es la participación, la integración en la naturaleza. Según Worriger en una priman las formas cristalinas de lo inorgánico, de la materia, y en otras las formas más peregrinas e imprevisibles de lo orgánico.
Dos puntos importantes y que Ortega, sin nombrar a Worringer, se nota que lo ha leído antes de escribir su La deshumanización del arte, porque rebate sus tésis, aunque sin nombrarlo: 1) La abstracción no puede considerarse como uno de los polos de la voluntad artística desde el inicio del arte porque desde este planteamiento no se podría hablar del arte des-humanizado como arte nuevo. Esto traería además como consecuencia que 2) no existe progreso en el arte, cuando Ortega sí cree en el progreso. De lo contrario, no se podría dividir la humanidad entre “egregios” y “vulgares” a costa del arte nuevo. Por principios políticos, Ortega no puede estar de acuerdo en la máxima de Worringer de que los estilos no son cuestión de capacidad sino de voluntad. Este prejuicio de Ortega lo incapacitaría de raíz para emitir un juicio sobre arte. Al final tendría razón Luis Cernuda que en sus Estudios sobre poesía española contemporánea, le echa en cara tanto su “irresponsabilidad” política como su “rara ignorancia en cuestiones poéticas”.
El poder de la empatía en María Zambrano.
Para María Zambrano “Pensar es antes que nada descifrar lo que se siente”. El arte apela a los sentidos y surge de los sentidos. Si desde Platón se ha tachado a los sentidos de engañosos, María recupera el papel del sentir y el del amor para la filosofía también a través de la voz de Diotima de Matinea, el personaje que en la obra El banquete de Platón nos habla del amor, a través de Sócrates.
Una idea así, “Pensar es antes que nada descifrar lo que se siente”, por supuesto que no surge de la nada. Hay un hilo en la historia de la filosofía que se puede seguir con Aristóteles (el alma jamás piensa sin el concurso de una imagen); pasando por Kant y su forma de concebir la imaginación como mediadora de todo conocimiento; Giambatista Vico y su defensa de la sabiduría poética, “los sentidos son las únicas vías de conocimiento de las cosas”; o “la imaginación creadora” del místico murciano Ibn Arabi rescatada por Henri Corbin.
Este hilo fue el que María siguió, una decisión que la lleva a delirar, a salirse del camino trillado de la filosofía racionalista que era la que había fracasado estrepitosamente a principios del siglo XX.
En el año 2017 se conmemoran los 80 años del Congreso de los Intelectuales Antifascistas en defensa la Cultura que se celebró en Valencia en julio del 37. Allí estaban muchos de los intelectuales de su generación, la del 27, más algunos de la del 98 como Machado y otros más venidos de muchos lugares del mundo, por ejemplo Octavio Paz, con el que inicia una gran y duradera amistad.
María Zambrano participó activamente en la organización de este evento y como redactora jefe de la revista Hora de España. Ese año en Valencia es clave en la trayectoria de su pensamiento y sería una buena ocasión esta conmemoración para revisar y ahondar en la influencia que las guerras tuvieron en su búsqueda de una nueva filosofía y que en 1939 la llevó a escribir y publicar su libro Filosofía y Poesía ya en su primer exilio en Morelia, México.
Tanto horror, tanta racionalidad aplicada al exterminio y la muerte. Había que buscar remedio. La razón predominante hasta ese momento, la razón cartesiana (hecha para cuadricular el campo de batalla, no olvidemos que Descartes era ante todo un estratega militar) no servía para crear un mundo aplicado a conseguir una vida en paz, en igualdad y en fraternidad. A esto había llevado una razón que expulsa la hermosura y la empatía de la polis, a matar “nuestra capacidad para llorar por los que no son nosotros o no son los nuestros”, como diría Susan Sontag.
No había más remedio que actuar, desde la política y desde el arte como poética, como acción. Y esto habría que ponerlo en presente, porque es más actual que nunca ahora mismo. Podría también decirse de la obra de Zambrano es una reivindicación de la razón cordial y una reivindicación de la metáfora.
….mientras estamos vivos no podemos renunciar a no tener cuerpo. Y los principios, si lo son, es porque sostienen una movediza realidad. No podemos, no, conformarnos con unos principios desasidos y flotantes; por el contrario, tenemos que estar dispuestos a darlo todo para que actúen, siquiera en parte. Es la manera positiva, la única fecunda de vivir una crisis.
Rosa Mascarell Dauder, Barcelona julio 20